Hace unos meses hablaba de Gramsci y Habermas al final de un
artículo colectivo que salió publicado en la web de Rockdelux. La mención era
muy oscura por razones de brevedad y porque no respondía directamente a la
polémica que había originado el artículo, sino que más bien era una respuesta a
los recientes intentos de analizar la música desde un punto de vista político.
Gramsci fue un marxista italiano que inventó el concepto de
“hegemonía cultural” para explicar contradicciones (según la ortodoxia
marxista) tales como que el proletariado europeo combatiera entre sí en la
Primera Guerra Mundial, o que las masas populares no apoyaran los procesos
revolucionarios. Según él, eso era debido a que no sólo era suficiente atacar
las estructuras económicas de explotación para derribar las (súper)estructuras
del estado, sino que esas (súper)estructuras ejercían una hegemonía ideológica
que aseguraban el consentimiento de los explotados, por lo que era necesario
acabar con ellas para liberar las mentes de obreros y campesinos. Es decir, la
superestructura ideológica no es un mero reflejo de la estructura económica,
sino que goza de cierta autonomía.
Habermas es un filósofo marxista alemán que se plantea el
problema de cómo encontrar un principio de racionalidad compartido entre las
diferentes culturas que pueda servir para organizar la convivencia. Por
ejemplo, en el caso del velo islámico, ¿existen unos valores de referencia
comunes a cristianos, ateos y musulmanes que permitan dar normas aceptables por
todos? Según Habermas, esos valores comunes surgen con el diálogo (debate
público).
Lo que yo quería decir en ese artículo es que, frente a
Gramsci, yo estoy de acuerdo con Marx: la conciencia es un reflejo de lo
económico (lo que falla en el análisis de Marx, es que el Estado no es una
creación de determinada clase social para someter a las otras, sino que las
clases sociales surgen dentro del Estado y son creadas por éste, que es quien
reparte y garantiza los derechos de propiedad). Y cualquier análisis simbólico
que no incluya elementos de análisis económico, está cojo.
Y frente a Habermas, que el diálogo no es el medio para
solucionar los conflictos sino todo lo contrario: es el origen de los
conflictos. El diálogo siempre acaba en bronca.
Los conflictos son conflictos de intereses y no tienen
solución. Mejor dicho, los conflictos se solucionan cuando una parte somete a
la otra. La paz es la Pax Romana.