Fuimos a París y volvimos.

El viernes, tras cargar la furgo, pusimos rumbo a Aincourt Richi, Dani, Enrique, Liborio (el roadie) y yo. Eloy ya estaba por allí de vacaciones con su novia y Sergio se quedó en la cama con fiebre. Tras doce horas de viaje, coincidimos en la carretera con Pablo y Elena y las ferrolanas, que nos guiaron hasta su casa, sita en el interior de un hospital al lado de un bosque en mitad del campo. Luego nos dijeron que era uno de varios hospitales que han sido declarados patrimonio de la humanidad por haber sido campos de refugiados en la Segunda Guerra Mundila, primero, y hospitales para tuberculosos, después. Como para ponerse a hacer espiritismo, vaya. Nos agasajaron con una cena estupenda a base de embutidos y quesos y me fui a dormir hecho puré.

Al día siguiente nos levantamos tarde y después de tomar algo de café y bizcocho nos fuimos a montar el equipo. Las ferrolanas, en representación de La Fonográfica, se habían currado unas camisetas muy chulas y unos cds con funda de fieltro muy coquetos, en recuerdo del evento. Una vez que terminamos la prueba, se cargaron las bebidas y el local quedó engalanado, nos volvimos a casa a comer y echar la siesta.

Por la tarde habían llegado los Alemanes de Onda que se fueron a tomar algo por Magny y encargar unas pizzas para cenar, como averigué cuando después del concierto se presentó con ellas un motorista en medio de la fiesta buscando a quién cobrar. A eso de las nueve empezaron los teloneros, una especie de Satriani con Rapero que no me parecieron peores que muchas cosas que he visto, por lo menos no eran molestos, y luego subimos nosotros. Gracias a Liborio pudimos sonar medianamente bien y creo que todos disfrutamos bastante. Luego llegó la hora de los bailes, de los que disfruté con entusiasmo hasta que el cansancio hizo mella en todos nostros y nos obligó a retirarnos a una hora relativamente temprana (las cuatro o así, serían).

Al día siguiente nos fuimos a ver París. Aparcamos en el Trocadero y fuimos caminando por el Sena hasta Notre Dame. Todo era alucinate, pero a estas alturas de la película yo ya estaba tan cansado que iba por la calle arrastrando los pies, y como está mal hacer sufrir a un anciano, nos volvimos a casa antes de que anocheciera.

Y nada, ayer otras doce horas de viaje en sentido contrario y aquí estamos. Muchas gracias a Pablo y Elena por ser así y a todos los que fuisteis a vernos, espero que todo el mundo se lo pasara bien.