Los 60 partidos de la selección española de fútbol (1920-1941).
Síntesis histórica de los equipos adversarios. Olipíadas de Amberes, París, Amsterdam y Berlín. Copa del Mundo de Uruguay, Italia y Francia.
Por “Fielpeña”.
Olimpiada de Amberes.
El partido más violento en la historia española.
El tercer enemigo de España es Suecia. Otro bando duro y curtido. Juego semejante al danés, aunque más rudo y menos técnico. A Grecia la acaba de eliminar por 9-0 y, a su vez, había perdido con Holanda por 5-4 en un partido violento que precisó prorroga. El encuentro con los suecos valía para el tercer lugar, porque, como los españoles, estaban eliminados. [...]
Y el miércoles, 1 de septiembre, España aparece en el Stadium contra los hercúleos suecos.
Se había designado el siguiente equipo:
Zamora; Vallana, Arrate; Samitier, Belauste, Sabino; Pagaza, Sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo.
Suecia formó con Zander; Nordensjold, Lubd; Ayermak, Wicksell, Gustafons; Bergstrom, Ohlson, Karlson, Dahl, Sandberg.
El equipo español era más fuerte que el circunstancial que salió contra los belgas, pero tampoco llegaba al mejor, enfrentado con los daneses. Muchos partidos –y bien rudos– en escasos días.
El italiano Mauro silba y lo suecos imponen instantáneamente un juego de terrible violencia. España se sorprende, pero replica en seguida. Y se efectúa el encuentro más fuerte de todos los que España juega en su vida. El propio Zamora -defensor en cuarenta y seis encuentros internacionales- lo ha reconocido así. Suecia buscaba descaradamente al hombre y Mauro dejaba hacer, convencido de que era imposible canalizar aquello sin varias expulsiones.
La postura sueca era lógica. Sus hombre tenían casi todos la talla de Belauste (nota del copista: 1,95 cm.). Verdaderos colosos, con un fútbol sin tecnicismo, pero muy práctico. Arrate se cubre de gloria frente a ellos, con entradas que asustan a los espectadores. Vallana le secunda bien. Pero el héroe de este encuentro es Belauste, con su clásico pañuelo en la cabeza, atado con cuatro puntas. No cesa de gritar en toda la lucha, tan pronto con frases de aliento, como con palabras despectivas para los suecos, que, afortunadamente, no le entienden.
A los veinticinco minutos, Suecia, que domina ligeramente, marca su gol. He aquí cómo lo describe Zamora: “Me metieron el gol que me ha causado más pena y mayor sensación dolorosa en mi vida. No quiero echar la culpa a nadie, porque, realmente, el culpable fui yo. El avance sueco vino por la derecha. Samitier se corrió hacia el interior, viendo venir el centro. La pelota llegó bombeada, y Dahl, interior izquierda, saltó antes que “Sami” y, más que remate, hizo un cambio con la cabeza que resultó un balón colocado al ángulo, que no pude detener. Yo debí prever aquella jugada; a mí no me debió engañar aquel sueco; aunque hubiera sido una torpeza, estaba obligado a salir a seis u ocho metros para despejar el centro. Me dijeron luego, para consolarme, que Samitier me había tapado la jugada, En cualquier caso, aquel tanto es uno de los que más daño me han hecho en mi vida futbolística y fui yo el único culpable.”
Pero más daño aún le hizo al equipo español, al juzgar por la furia que apoderó de él. Los delanteros se volcaban sobre el marco de Zander. Sin embargo, el 0-1 persistió hasta el descanso, que fue todo menos descanso, porque los suecos, a raíz de su gol, consideraron ganado el partido y no cesaban de pronunciar palabras incomprensibles, pero que por los gestos y las expresiones parecían bravatas. Y ESTO TRAÍA LOCOS A LOS ESPAÑOLES.
Y se llegó el segundo tiempo, que ganó en violencias y brutalidades. Aun sin balón se buscaban los jugadores, ante la pasividad de Mauro. Y apareció el famoso gol de Belauste, a los cinco minutos. Sabino sacó un golpe franco. Belauste se metió en el área y le gritó a su compañero de club: “A mí, Sabino, que los arrollo a todos!” Sabino bombeó hacia él. Belauste paró con el pecho y se lanzó hacia la puerta, rodeado de contrarios, para caer enredado en las cuerdas junto con varios suecos. El criterio rígido de hoy cortaría esta jugada en el acto por “faut” (sic) o “penalty”. Pero entonces el fútbol era mucho más rudo y, además, en quel partido no pasaba de ser una jugada fuerte más.
Los españoles se abrazaron a Belauste y el coloso parecía emocionado. El público, previendo aún lucha más fuerte, vitoreó la jugada, pese a que hasta allí se inclinara por los suecos, por los muchos escandinavos que presenciaban el partido.
Y sobrevino la caza del hombre. No se dominaba, ni menos se intentaba jugar al fútbol. Parecía he habría que ir a la prórroga cuando, diez minutos antes del fin, Acedo escapó. Todos esperaron el centro, incluso el portero, que se adelantó ligeramente. Y entonces el bilbaíno lanzó un zambombazo al marco que sorprendió a Zander y significó el tanto del triunfo. El entusiasmo entre los jugadores fue enorme. Daban saltos pintorescos y cada cual hacía los más estrambótico, mientras los suecos se recriminaban airadamente.
¡Qué diez minutos finales! Suecia atacó con más violencia que nunca y la defensa y Belauste les cerraron el paso. Zamora hizo paradas impresionantes. Todo parecía indicar que no habría novedades, cuando Mauro señaló “penalty” contra España. Quedaban solo tres minutos.
Es posible que, en efecto, la entrada de Arrate fuera brutal. Pero así había habido veinte, por parte de los cuatro defensas. Era inconcebible que el árbitro saliera ahora de su criterio amplísimo con un castigo injusto. Pero resultó inútil la protesta. Sin embargo allí estaba José Samitier, maestro en trucos.
Por dos veces se adelantó Ohlson para lanzar el castigo y por dos veces Samitier se interpuso. Naturalmente, fue amonestado. Pero el catalán no se resignó. Cogió pellas de barro y las tiró sobre el balón, a escondidas, mientras gritaba continuamente todo lo que se le ocurría. El resultado fue que Ohlson se puso nervioso y tiró la pelota fuera. Mientras los españoles se abrazaban, Samitier tuvo la audacia de adelantarse y felicitar al sueco, estrechándole la mano. Aún se ignora cómo éste la alargó instintivamente. Acaso el estupor...
Cuando faltaba un minuto, un choque fortísimo entre Sabino y un contrario produjo al escandinavo la fractura de una clavícula. Un cuando Mauro pitó el final, sólo estaban en aquel momento en el campo siete suecos y ocho españoles, porque todo el encuentro había sido un continuo salir y entrar de lesionados.
4 comentarios:
Muchas gracias Fran, de verdad.
Además me ha servido para ponerle cra ay fecha al fomoso "A mí, Sabino, que los arrollo "
Cuídate chaval y tomo sopa de pollo, pero no de sobre.
Joder, parece una batalla de Alatriste
Parece una batalla de Alatriste, por la cara!
"El italiano Mauro silba", jaja, qué casualidad! Parece un chiste malo!
Bueniiiisimo, me ha encantado y me he reido mucho. Te animo a que pongas más, intentaré buscar el libro.
Publicar un comentario