Buscar este blog

viernes, abril 26, 2013

La Antigüedad

  Pasé por la tienda de antigüedades y, mirando cosillas, vi en un rincón una figura que representaba a un hombre joven con barba, de tamaño natural. Estaba entre un reloj imperio y un jarrón de la época Ping.
- ¿Es de cera o de marfil? - prefunté al propietario de la tienda.
- Ni de una cosa ni de la otra. Es un revolucionario de verdad, de finales del siglo veinte, auténtico. ¿Por qué no se lo lleva?
- ¿Y es muy caro un revolucionario de éstos?
- Qué va, se lo dejaré baratísimo, ahora los revolucionarios han bajado mucho de precio. Tengo más de veinte en el almacén. A decir verdad, no tiene ningún valor como antigüedad a causa de la excesiva oferta.
-¿Y qué utilidad se supone que puede tener?
- Lo pondrá en su casa y él le hará la revolución.
- O sea, ¿qué?
- Romperá la vajilla, arrancará los pomos, ensuciará la alfombra del salón... Lo normal en los revolucionarios.
- ¿Y usted llama útil a esto? ¡Si no son más que estropicios!
- Pero, ¿acaso su vida no es demasiado aburrida? Venga, reconózcalo.
   Entorné los párpados. Con los ojos de la imaginación vi la vajilla en la cocina dispuesta en los estantes, en orden, como siempre, los pomos eternamente en su sitio, en la puerta, la alfombra del salón invariablemente limpia... Es verdad, qué falta de perspectivas, qué aburrimiento...
-Vale, me lo llevo.
- ¿Se lo envuelvo?
- No, pesará al menos setenta kilos, que vaya por sí solo.
   Me dio una paliza nada más pisar la calle. Y de pronto sentí que en mi vida ya había movimiento.

Slawomir Mrozek. La vida para principiantes.


No hay comentarios: