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sábado, marzo 18, 2006

Algunas consideraciones tras la lectura de “En la colonia penitenciaria” de Franz Kafka.

Leer a Kafka da mal rollo. Hay grandes pesimistas, como Jonathan Swift o el autor del Eclesiastés, (incluso Samuel Beckett, muchas veces kafkiano), que nos muestran la estupidez de nuestra especie y la imposibilidad de ser mejores. Pero Kafka entronca con el “Libro de Job” y nos dice que el mundo no es una casa, sino una prisión, regida por una inteligencia inhumana. Es decir, ni siquiera somos cerdos en un corral, sino ratas en un laberinto (ese laberinto tan visitado luego por Borges).

Kafka es moderno. Nietzche, en el fondo, no es más que un sacerdote del paganismo, un adorador de los viejos dioses de la época clásica, un nostálgico. Construye su obra para borrar los efectos de la Ilustración y el cristianismo. Kafka es judío y su dios es Yahvé, el del Arbol de la Ciencia, el de Isaac, el de el Diluvio, el destructor de ciudades, el que se apuesta la vida de Job con el Diablo, el de El Angel Exterminador, el de “Yo Soy El que Soy”. Podríamos decir que Nietzche busca pelea con El Hijo, pero Kafka se atreve a meterse con su Padre, en su búsqueda de El Espíritu.

El Padre es inconmensurable y supremo. En torno a esas dos ideas, la de infinito y la de jerarquía, gira gran parte de su obra. Dios es el jefe absoluto que como consecuencia está ausente y es incomprensible. ¿Cómo podríamos comprender sus designios? A través del sometimiento a la más visible manifestación de la autoridad: el castigo. Ese es el tema de “En la colonia penitenciaria”.

El argumento es el siguiente: Un viajero (un posible representante de un país extranjero) de visita en una colonia penitenciaria es invitado por el nuevo comandante a presenciar una ejecución. Esta se efectúa mediante una máquina, inventada por el antiguo comandante ya fallecido, que mediante un sistema de agujas y tinta graba en la piel del reo el texto de la sentencia durante horas hasta que se produce la muerte. El oficial que maneja la máquina (aquí comienza el relato) intenta convencer al viajero de la belleza, la justicia y la necesidad de su uso, y le pide que interceda ante el nuevo comandante de la colonia, contrario a semejante herramienta de tortura, para que sigan suministrándole los fondos necesarios para su mantenimiento. Ante la negativa del viajero a hacerlo, el oficial se introduce en la máquina y muere de forma inmediata mientras ésta se descompone. El viajero abandona la isla dejando tras de sí un incipiente culto al antiguo comandante.

La banalización del dolor y la muerte y la utilización de los métodos de producción en serie del Ford T trasladados al exterminio de personas en los campos de concentración nazis, surgen en una primera lectura. Sin embargo, la esencia del relato, a juicio de este lector, se halla en éste párrafo (habla el oficial al viajero): “- ¿Comprende usted el proceso? El rastrillo comienza a escribir, cuando ha terminado con el esbozo de la inscripción sobre la espalda del hombre, la capa de algodón rueda y lentamente da la vuelta al cuerpo hacia un lado para ofrecer al rastrillo una nueva superficie. Mientras tanto, las partes que han resultado heridas con la escritura se ponen en contacto con el algodón, que, gracias a una preparación especial, corta inmediatamente la hemorragia y lo prepara para una nueva profundización de la inscripción. A continuación estos dientes que están al borde del rastrillo, mientras se continúa dando la vuelta al cuerpo, tiran el algodón a la fosa y el rastrillo tiene trabajo de nuevo. Así durante las doce horas, escribe cada vez más profundamente. Durante las primeras seis horas, el condenado vive casi como antes, sólo tiene dolores. A las dos horas se retira el fieltro porque el hombre ya no tiene fuerzas para gritar. Aquí, en esta escudilla, que se calienta eléctricamente y que está colocada en la cabecera de la cama, se pone una papilla de arroz caliente de la que el hombre, si quiere, puede tomar la cantidad que consiga atrapar con la lengua. Ninguno deja de aprovechar la oportunidad. No sé de ninguno, y tengo una gran experiencia. Sólo a partir de la sexta hora pierden el gusto por la comida. Entonces, generalmente, yo me arrodillo aquí y observo este fenómeno. Raramente se traga el hombre el último bocado, sólo le da vueltas en la boca y lo escupe en la fosa. En este momento tengo que agacharme porque si no acabaría en mi cara. ¡Pero cómo se tranquiliza el hombre hacia la sexta hora! Incluso el más estúpido empieza a entender, comienza por los ojos, desde aquí se extiende. Un espectáculo que podría inducirle a uno a colocarse también bajo el rastrillo. No ocurre nada más, el hombre empieza solamente a descifrar la inscripción, aguza la boca como si escuchara. Usted lo ha visto, no es fácil descifrar la inscripción con los ojos, pero nuestro hombre la descifra con sus heridas. Es, sin duda, mucho trabajo, necesita seis horas hasta conseguirlo; pero entonces el rastrillo le atraviesa por completo y lo echa a la fosa., donde cae chapuzando sobre el agua ensangrentada y el algodón. Entonces se ha cumplido la sentencia, y nosotros, el soldado y yo, lo enterramos.”

El infierno que proporciona la máquina no es el de una cámara de gas: es un infierno personal.

Kafka es un maestro del estilo. Sus trucos no son evidentes. Logra ese clima inimitable de pesadilla mediante la omisión de algunos aspectos y el subrayado de otros, con la fuerza sistemática de una apisonadora. “¿Comprende el proceso?” Ese es el mayor anhelo del oficial, alcanzar y comunicar el conocimiento, la sabiduría. Siempre me he preguntado, ¿por qué tenía que morir Jesús? ¿No hubiera sido más sencillo decir: “Yo soy Dios por esto y por esto y esto es así y asá”. ¿Por qué hablar en parábolas y dejarnos como al principio? ¿Por qué tenía que morir?

La frase “una papilla de arroz caliente, de la que el hombre, si quiere, puede tomar la cantidad…” me parece tendenciosa e indigna de Kafka. No podemos elegir comer o no la papilla.

Magnífica ironía la de “Durante las primeras seis horas, el condenado vive casi como antes, sólo tiene dolores.”

Curiosa la belleza de esta frase, cual Baudelaire “no es fácil descifrar la inscripción con los ojos, pero nuestro hombre la descifra con sus heridas.” ¿Es el Cristo?

Me muero de miedo con esta parte: “¡Pero cómo se tranquiliza el hombre hacia la sexta hora! Incluso el más estúpido empieza a entender, comienza por los ojos, desde aquí se extiende. Un espectáculo que podría inducirle a uno a colocarse también bajo el rastrillo.” Los ojos son las ventanas del alma. El oficial finalmente cumplió su deseo y se puso bajo el rastrillo. Pero el cabrón de Kafka averió la máquina y le hizo morirse antes de comprender. La sentencia que el oficial había introducido en la máquina para sí mismo era: “Sé justo”.

Me muero de miedo con la sexta hora.

14 comentarios:

El Malvado Ming dijo...

Tu has ido al macrobotellón fijito....

Francisconixon dijo...

Mangla: jajaja, a mi edad! Nada, mañana tías en bolas otra vez...

Anónimo dijo...

En la Colonia Penitenciaria es tremenda. Porque contiene tanto Kafka como, por ejemplo, el discurso del simio en la academia (no recuerdo el título del cuento). El tipo que va a presenciar la ejecución, medio viajero curioso y medio funcionario (Kafka era también muy aficionado a los libros de viajes) siempre me ha recordado a como deben de sentirse los observadores de la ONU (tan horrorizados pero tan incapaces). Y en realidad es, además de un observador, un mirón ("la fascinación de la abominación" que decía Conrad). Y luego el asunto de escribir en la piel, que es pura fenomenología. Pero lo más terrorífico de todo (en la opinión de este lector) son dos cosas: la mansura del condenado, que parece no enterarse de nada, y la posición del ejecutor, tan dejado de todos, sin un sistema que le legitime, casi al margen de la ley, y por el que casi se siente lástima.

Hay un libro cojonudo de un tipo llamado John Zilcosky sobre el tema: "Kafka's Travels" se llama, y habla de masoquismo y Freud y viajes y Kafka, y es una gozada.

Kafka es que es mucho Kafka.

Francisconixon dijo...

anonymous: Sí, sí, es verdad. La mayoría de los personajes de Kafka son cobardes profesionales.

Anónimo dijo...

Pues ya que estamos con Kafka si quieres le puedes meter mano al "K." de Calasso, donde habla sobre todo de "El Castillo" y "El Proceso" pero que tiene sentencias formidables como: "la diferencia entre la elección y la condena es que de la condena siempre estamos seguros"

Y estupenda la observación de que "la gente es tonta pero no insensible".

Anónimo dijo...

Lo he intentado pero no puedo leerme el post de hoy.

Solo queria decirte que Snow Patrol tienen un tema nuevo, "You're all i have", y el estribillo es igualito, igualito que el de "Chance" de Australian. Echale una escucha y me lo cuentas.

Abrazotes.
Astur

Miguel Relax dijo...

Dices: "Siempre me he preguntado, ¿por qué tenía que morir Jesús? ¿No hubiera sido más sencillo decir: “Yo soy Dios por esto y por esto y esto es así y asá”. ¿Por qué hablar en parábolas y dejarnos como al principio? ¿Por qué tenía que morir?"

Dios nos creó libres, si Dios hubiera dicho eso, habría impuesto su postura sin dar opción a creer en Él o no creer, con lo cual habríamos sido como esclavos, una especie de robots.

¿Porqué hablar con parábolas? Con ejemplos siempre se entienden mejor las cosas, no?

¿Porqué tuvo que morir Jesús? la muerte de Jesús ha sido la mayor demostración de amor de la historia. Jesús tuvo que morir para que los pecados del hombre pudieran ser sanados a través de un sacrificio perfecto (para redimir un pecado es necesario el derramamiento de sangre, por eso los judíos, antiguamente, para redimir sus pecados sacrificaban animales, así, a través de la muerte de Jesús, hoy se pueden redimir los pecados sin necesidad de matar animales y sin necesidad de ningún intermediario entre nosotros y Dios -ni curas ni nada de nada-). Dios podría haber dicho "si habeis elegido el camino incorrecto, os aguantais", sin embargo dió la vida de su hijo por todos nosotros.

Espero haberme explicado! ;) aún así, para más info, la biblia.

Francisconixon dijo...

mpg: La explicación ortodoxa la conozco, pero mi intención es ir más allá (ya ves, de rockero a teólogo ;)) Para empezar, respecto a las parábolas, los ejemplos están bien, pero la verdad suele ser meridiana. (La sencillez es la cortesía del filósofo, decía Schopenhauer). En otras palabras, cuando un padre ve a un hijo jugando en medio de la carretera no se anda con retórica. Respecto a la redención: ¿A mí qué que Jesús se haya muerto? ¡Acaso por eso dejo de ser responsable de mis actos! Además se parece mucho al relato de la muerte y resurreción de Osiris, Mitra, y varios dioses héroes mitológicos que ahorita mismo no me acuerdo...

Francisconixon dijo...

mgp: Otra cosa, lo de que los pecados se limpian con sangre, aparte del sentido metafórico, en sentido literal no lo entiendo que tiene que ver una cosa con la otra.

Anónimo dijo...

EDIPO: ¿Cuál es el rito de la purificación? ¿Cómo ha de hacerse?
CREONTE: Por medio del destierro, o resarciendo la sangre vertida con otra sangre...

Y esto, claro, es Sófocles y Edipo Rey. Y me parecía que venía al caso.

Miguel Relax dijo...

francisconixon: Respecto a las parábolas, Jesús dijo frases absolutas como “yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al padre si no por mí”. No dejó nada a medias, eso incluye no dejar ninguna verdad a medias, pero para explicar a la gente de la época había que valerse de parábolas, la cuales aún usando paralelismos, la verdad sigue siendo igual de clara.

Dios es el primero que no se anda con retóricas. Para él hubiera sido más fácil mandarnos un simple libro de instrucciones para comportarnos bien, pero, no sólo mandó a su hijo a morir por nuestros pecados si no que lo mandó aún arriesgándose a que Jesús sucumbiera a las tentaciones, y por lo tanto dejara de ser santo.
Prefirió dejar de existir antes que estar sin nosotros.

Respecto a la responsabilidad de tus actos, sigues siendo totalmente responsable de ellos, simplemente, que Jesús te ofrece un borrón y cuenta nueva.

En cuanto a la necesidad de sangre para limpiar los pecados, Dios dice que la paga del pecado es muerte (romanos 6:23), y puesto que Dios es santo y no puede cohabitar con el pecado, la única reconciliación posible entre el hombre y Dios, era la limpieza de ese pecado, que sólo podía ser posible a través de Jesús.

Por cierto, empecé a leerme hace tiempo "El proceso" de Kafka, y me pareció un libro un tanto contradictorio, aún así me pondré con "En la colonia penitenciarua", porque tiene muy buena pinta ;)

Anónimo dijo...

buscando información sobre La Colonia Penitenciaria llegué acá... mira, estoy de acuerdo con tus incertidumbres, creo, son propias de todo hombre que ha de hacerse llamar como tal, es decir, todos nosotros debemos tener estas preguntas en nuestro sino, y no vivir como cerdo incoscientes, evadidos en la televisión u otra cosa por el estilo.

Respecto al cuento...qué decir...es Kafka, un HOMBRE! Un escritor que sin duda sabe cómo es el arte de escribir; mis gratitudes infinitas a Brod por no haberle hecho caso.

Ah, y respecto a Dios...mmm...no sé...Kafka...judío, creo que sí creía en Dios, quizá más en la religiosidad que en las religiones; quizá no estaba de acuerdo con Dios y sus designios y la manera de ponerlo en manifiesto es la que lo hace un genio.

Manu Falcón dijo...

Hermosas tus consideraciones sobre el cuento de Kafka (y mucho más bello todavía el haberlo leído je). A mi también me dejó ese miedo rumiante... le tengo miedo a esa sexta hora, porque hace a lo que será la séptima; la hora azarosa. Tal vez se caiga de maduro que diga que veo una conexión entre la sexta hora y el sexto día pero bueno ya lo dije. Tengo un poquito de cuiqui para la séptima hora, el séptimo día; donde Dios descansó y nos libró a un libre albedrío que (como bien explicas con la analogía de la producción en serie) nos lleva al exterminio reglamentado, al exterminio burocratizado...

En lo kafkiano el poder (su burocracia) tiene el carácter de un laberinto sin fin... Dice Milan Kundera

Anónimo dijo...

Bueno, "La banalización del dolor y la muerte y la utilización de los métodos de producción en serie del Ford T trasladados al exterminio de personas en los campos de concentración nazis, surgen en una primera lectura".
Induce al lector a pensar en Hanna Arendt, es cierto. No creo que el señor K tuviera a los Nazis en mente, eso sí. El texto es de 1914. Está fenómeno compartir estas lecturas